Comentarios/presentación de la
conferencia “El espectador de danza contemporánea en Tijuana” de Ivone Morales
Morales Navarrete, Ivone del Carmen. Mirada del público en la Muestra Internacional de Danza Tijuana Cuerpos en Tránsito 2016 y 2017. Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza, José Limón. México, D.F. 2018, 205 p
Agradecer a las hermanas Escobedo la
invitación a presentar o comentar la conferencia de Ivone Morales: “El espectador de danza contemporánea en Tijuana”.
Más que un texto
o lectura súper estructurada, quisiera presentar algunas ideas que, como
sociólogo y tijuanense, me provocó la lectura del trabajo de Morales, y la idea
de pensar en la danza y sus públicos en esta ciudad.
Ivone nos convoca: hablemos de públicos,
hablemos de Tijuana y hablemos de danza. Sobre la danza, y quiero ser muy
sincero con esto, frente a bailarines y en el marco del Conservatorio, me
encuentro como aquel vendedor que quiso ir a vender refrigeradores al polo
norte. Más que decirles algo vengo a aprender cosas de ustedes. (Además, en
este contexto todos sabemos que la danza más que pensarla hay que sentirla y
practicar esa invitación a la que las hermanas Escobedo nos hacen a cada rato
en redes sociales: ¡vamos a bailar!). En lo que sí podemos pensar larga y
tendidamente es en Tijuana y en los públicos de arte y en cómo se
interrelacionan estas dos cosas con la danza en esta región fronteriza.
Una repasada rápida,
porque soy sociólogo, de las estadísticas disponibles para hacernos una idea de
lo que hablamos. Según la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo
Culturales, en Baja California, 76% de los encuestados respondió haber asistido
a un espectáculo de danza. Se estima entonces que tres cuartas partes de la
población bajacaliforniana ha asistido a disfrutar de la danza. Sin embargo, el
68% respondió que tiene más de un año de no asistir a un evento dancístico, en
tanto 24% respondió haber asistido sólo 1 vez en el último año y un muy
moderado 4% respondió haber asistido más de dos veces (claramente no
encuestaron a nadie de los presentes). Ahora bien, respecto al tipo de
espectáculo de danza al que asistieron 54% respondió haber asistido a observar
danza folclórica o tradicional y un 33% a ballet, así sólo un 7% respondió haber
asistido a ver danza contemporánea.
Este pequeño mapeo estadístico sobre las personas que asisten a la danza en Baja California, nos da una pequeña idea de que el público de danza en el estado aún es joven y resta un enorme trabajo por hacer para la formación de públicos de danza. Pero más allá de eso, hay algo que los fríos números no nos dejan ver: cómo reaccionó el público que sí asiste a espectáculos de danza en la ciudad de Tijuana o en el estado de Baja California, qué pensaron, qué sintieron, qué les movió. Afortunadamente (para quienes nos interesa el lado más cálido de la investigación social) eso es algo que la presentación de Ivone Morales sí nos muestra. Ella hizo un muy interesante ejercicio de investigación al sentarse del lado de los espectadores en dos ediciones del festival Cuerpos en Tránsito en la ciudad de Tijuana.
Ahora
bien, ser la espectadora de los espectadores, como ella misma lo dice no es, ni
mucho menos, una tarea sencilla. Además de estar atenta a la danza, ella tenía
que estar atenta a las reacciones, posturas, gesticulaciones, movimientos de
los asistentes al festival. Para ello, echó mano de una serie de recursos de
investigación social, de los cuales me interesa rescatar algo que sólo ha sido dicho
de pasada en su tesis, pero que, por la dificultad, pienso que es uno de los
grandes aportes: la utilización de los procedimientos etnográficos de
investigación. La etnografía, no es momento para abundar en ello, es el proceso
de investigación más arraigado en la antropología social y se basa en la idea
de que el investigador tiene que ser testigo presencial de lo investigado,
tiene que ‘estar-ahí’, insertarse en las dinámicas de la comunidad a investigar
y ser partícipe de ellas. En corto, la etnografía implica que la presencia, la
subjetividad y el cuerpo de la investigadora es el principal instrumento de
conocimiento.
Sin embargo, la etnografía tiene un riesgo, muy discutido en la historia de la antropología: la no-objetividad del observador. La etnografía necesariamente es subjetiva, sin embargo, ello no quiere decir que hay que tirar a la basura lo analizado o que ese conocimiento no sirva. Por el contrario, sólo le añade complejidad a la labor de investigación en tanto se asume que, al ser la única forma de conocer determinado problema, tiene un sesgo de interpretación: la subjetividad del investigador. Lo que quiere decir que el trabajo del investigador es doble, no sólo tiene que observar a los espectadores, sino que tiene que observarse a sí mismo observando a los espectadores. Es decir, a la hora de hacer la interpretación, uno se tiene que cuestionar su propia participación y el lugar desde donde reflexiona lo que piensa y enuncia lo que dice. A esto los sociólogos le han llamado ‘vigilancia epistémica’, es decir, mantener una estricta autoobservación crítica sobre las formas en que como investigadores generamos conocimiento. Ivone Morales, nos presenta un encomiable trabajo donde ella misma se colocó como la espectadora de los espectadores y en ese sentido, ella hizo un trabajo de observar a ellos pero también de observarse a sí misma.
Del trabajo de Ivone,
rescato una serie de premisas y postulados:
1) las obras de danza
son, si se observa desde la perspectiva sociológica, un acto intencionado de
comunicación. ¿A quién? Al público. A través del movimiento del cuerpo, se
intenta comunicar determinadas premisas a los espectadores.
2) el público no es
pasivo. Por el contrario, toda la manufactura del trabajo de Ivone es un
intento por decir que el público es sumamente activo que, en el fondo –y en
unos momentos volveré a ello–, participa en la conformación de las piezas de
arte que va a observar. El público es activo, en tanto cuenta con un bagaje
sociocultural a través del cual interpreta (por medio de su capacidad
reflexiva) y siente (por medio de sus emociones) las obras de danza que se le
están comunicando.
En ese sentido, más que
recibir una obra de arte, el público o espectador construye, reflexiva y
emocionalmente, el producto cultural que consume. Es decir, el espectador se
apropia y hace uso de lo que el artista le transmite –más allá de las
intenciones que tenían los bailarines y coreógrafos. Y así, (a veces a los
artistas puede dolerles esto), la obra de arte no está completamente en las
manos de los artistas, el público, al final, es quien la recibe, apropia,
reconstruye e interpreta. El público es, por lo tanto, parte fundamental de la
pieza artística.
Por todo lo anterior, y
espero poder explicar esta idea, lo que se está planteando aquí es la idea de
que la danza, a final de cuentas, es relacional. Es decir, las obras no las
construyen solamente los artistas, bailarines o coreógrafos, sino que se terminan
de construir en la interacción/relación entre público y bailarines. El arte en
ese sentido no es unilateral, no sólo lo ofrece el artista, sino que –como
decía el viejo filósofo Gadamer, siguiendo al maestro– el público es quien la
actualiza.
3) La danza ha estado
ligada a los inicios mismos de la ciudad. En algún clavado que me eché respecto
a la publicidad sobre Tijuana a principios de siglo XX me encontré que lo que
más se promocionaba, además del licor prohibido en Estados Unidos, eran los
bailes que se llevaban a cabo en bares y casinos tijuanenses. Por supuesto, esa
es otra historia –una leyenda negra–, solamente la coloco para decir que esta
ciudad tiene una larga relación con la danza (la bailarina sin cabeza es, por
supuesto, una de sus más épicas leyendas). Lo que hay detrás de todas estas
publicidades es una circunstancia geográfica con implicaciones sociales
fundamentales para esta ciudad: la frontera.
Del trabajo de Ivone,
también rescato la idea de que la frontera es fundamental en la puesta en
práctica de la danza en la ciudad y de la posibilidad de organizar festivales
en contacto con compañías del otro lado del muro. La frontera, respecto a la
organización de eventos dancísticos en la ciudad, más que un muro –como decía
Simmel, uno de los pilares de la sociología– es un puente. En el análisis que
Ivone hace respecto al seguimiento por años del festival Cuerpos en Tránsito,
muestra que el carácter binacional de la danza en Tijuana sí ayuda a su
internacionalización. Al respecto me quedo con la duda, y le paso la bolita a
Ivone, cómo es que Tijuana y su circunstancia fronteriza, opera en la
participación de los públicos frente a la danza. En el documento que escribió,
se logra observar que hubo gente que se salía de la sala por irse al otro lado
a hacer fila, y aunque en el análisis no se abunda demasiado en ello, supongo
que por ahí hay algún tipo de respuesta.
4) Por último, la necesidad
de hacer estudios de públicos de danza en Tijuana. Finalmente a lo que se debe
la obra de arte es al público, quienes –como dice Heidegger, Gadamer y todos
los hermeneutas del arte– son los que actualizan la obra y la hacen completa.
Sin la actualización en un tiempo y en un espacio específico, desde esta
postura, la obra de arte está incompleta. Esto quiere decir, entonces, que dicha
actualización tiene que ver con el contexto donde se lleva a cabo. En este
caso, hablamos de nuestra querida Tijuana. Esta es, según yo, una pista para la
pregunta que acabo de lanzar en el punto anterior.
Ahora bien, los
públicos no nacen, sino que se hacen, se forman y conforman.
Ivone encontró un perfil
promedio muy interesante del público que asistió a Cuerpos en Transito:
mujeres, jóvenes, calificadas (familiares y estudiantes). Esto quiere decir –como
mencioné en un inicio– que el público de danza en Tijuana, como público y más
allá de su perfil sociodemográfico, es joven –a pesar de que es un proceso de
varias décadas–. Una oportunidad de intervenir en la formación de públicos en
Tijuana.
Sin embargo, la
necesidad de formar públicos de danza, no se trata sólo de educarlos (como si
las personas que van a ver danza no pudieran pensar ni sentir por sí mismos
–como decía, tienen un bagaje cultural desde el cual operan–). Se trata más
bien de hacer conciencia de la participación/actualización recursiva de la obra
de arte por parte de artistas y espectadores. En ese sentido, lo que se trata
de colocar en el primer lugar de estas reflexiones, es a alguien fundamental,
pero generalmente ausente en las discusiones de arte: el público.
Al respecto me parece
que desde el festival VeinteOnce y el Conservatorio de Danza México están
haciendo una labor loable, no sólo en presentar espectáculos de danza sino en
ofrecer talleres, proyecciones de cine, conferencias, etcétera en donde se
intenta pensar integralmente a la danza y ello, incluye la reflexión sobre el
público que asiste a la misma. Por ello, mis mas sinceras felicitaciones.
*Juan Antonio del Monte Madrigal, sociólogo, Colegio de la Frontera Norte.
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